mover la tierra
La vida no cambia cuando cambias tus hábitos. Cambia cuando cambias tu suelo.
¿Qué tienen en común ser mejor mentor, mejor papá, mejor esposo y mejor profesional?
Mis respuestas a esas preguntas han cambiado en el tiempo, pero una cosa se ha mantenido constante: no es suficiente trabajar en lo que los demás pueden ver, es necesario trabajar en lo que los demás no pueden ver.
No es lo que hago, es desde dónde lo hago.
Porque al comienzo es fácil dar respuestas del estilo:
Ponte metas concretas.
Aprende a manejar tu tiempo.
Aprende a dar prioridades.
Aprende a decir no.
Aprende a negociar.
Aprende a agradecer.
Pero a cierta edad, en cierto momento, llega un punto donde queda claro que todas esas acciones y hábitos que, aunque benéficas para nosotros y los demás, son fruto de la tierra donde estamos creciendo como personas.
Y con el tiempo vamos entendiendo que hay que meter las manos en la tierra para fertilizarnos y seguir creciendo.
Y si hace falta, trasplantarnos a un terreno más fértil.
Meter las manos en la tierra es ir a conocernos a nosotros mismos.
Es ir a las preguntas profundas, son las preguntas que yo llamo cosmológicas.
Las grandes preguntas sobre el sentido de la vida.
Es injusto que no le podamos dar el espacio a esas grandes preguntas sobre el significado de la vida.
La sabiduría milenaria del oráculo de Delfos no decía "Conoce bien a los demás, ten un plan de trabajo y crea buenos hábitos", decía "Conócete a ti mismo".